Con trece alturas, en su día fue una auténtica revolución,
siendo el primer edificio de la tipología de un edificio de gran altura con
oficinas en las plantas bajas y viviendas en las superiores, sin apreciarse
esta diferenciación en la fachada.
Construido en
1939 por el conocido arquitecto Francisco Castro Represas, y siendo el promotor
el afamado empresario José Curbera su diseño respondió a las necesidades de la
época. La década de los años 30 supuso la eclosión de los rascacielos. Sin
embargo esa eclosión en Vigo se dio a menor escala.
Por tanto, es comprensible
que el edificio despertara la admiración de la ciudadanía viguesa en el momento
de su contrucción. Construido en la Avda. de García Barbón, el edificio Curbera
es otro ejemplo más de la arquitectura racionalista en Vigo, tan presente en la
obra de Francisco Castro Represas. Se trata de un edificio entre medianeras,
cuya fachada tiene una amplitud de 25,50 metros y una altura de 50.
En un principio
el edificio estaba proyectado con 10 plantas, modificándose posteriormente
durante las obras a 13 plantas. Además, también se modifica la distribución por
plantas, ya que en un primer proyecto el edificio contaba con tres viviendas
por planta y finalmente pasa a dos. Sin embargo la fachada se muestra
inalterable.
El edificio destaca por su
imponente fachada principal. Partiendo de un zócalo de bajos comerciales y un
portal centrado, se dispone una entreplanta de ventanal corrido. A partir de
ahí se elevan los pisos con una marcada verticalidad debido al eje central de
simetría y los elementos verticales de color gris. El lenguaje moderno está
presente en la horizontalidad que provocan la disposición de los huecos de las
ventanas y los balcones terminados en curva. También cabe salientar la escasa
ornamentación de la fachada, exceptuando eso sí, el portal y el vestíbulo de
acceso, de muy bella factura.
Se trata del mismo estilo
que Castro Represas emplea en otras obras suyas previas como el edificio
Sanchón o el edificio Ribas. Constructivamente, el edificio tiene una estructura
de hormigón armado con forjados que trabajan en función de la luz a salvar.
Cabe mencionar que si la modificación del proyecto se llevó a cabo fue gracias
al uso del hormigón, que permitió la modificación en obra del edificio. La
fachada principal se recubre con placas de piedra.
La fachada
posterior, con la creación de la autovía AP-9, se convirtió en un elemento visible
más del edificio. Aunque su tratamiento es más simple que la fachada principal
podemos destacar los ojos de buey (ya presentes en el edificio Sanchón) como el
elemento más reconocible del lenguaje racionalista.