En esta plácida casona que un tiempo se levantó extramuros de Vigo y que, hasta hace muy poco guardó casi enterrada el corazón de la ciudad, vivió su propietario, el administrador de la Aduana del Puerto, don Manuel Ángel Pereyra y Espereyra, yerno del célebre alcalde del valle del Fragoso, D. Cayetano Parada y Pereira de Limia, pues se había casado con la hija de éste doña Juana de Limia y Nogueira, de cuyo matrimonio nacieron en dicha casa cuatro hijos: Manuel, Victoriano, Benita (que se casó con Agustín Caballero, hermano éste de un pretendido Comandante de las fuerzas fragosanas) y Francisco Xavier (que, casado con su prima carnal doña Joaquina, fueron abuelos de Benicia Pereira de Limia).
Las lindes de este edificio eran: fachada Norte a la finca por la parte en la que hoy pasa la Avenida de Policarpo Sanz; fachada Sur, a la hoy calle del Príncipe, de la que ocupaba más de la mitad de la anchura de esta calle; fachada Este, la principal de la finca y el jardín: y fachada Oeste, a un camino fangoso que discurría entre la casa y el muro de la ciudad y comunicaba el barrio del Salgueiral (que estaba bajo el barrio del Placer de Arriba) con la playa hacia lo que es hoy la calle de García Olloqui. A dicho camino se le llamó calle de los Caños.
A esta casona pertenecía una gran huerta, pues ésta discurría, por un lado, por el linde de la calle del Príncipe hasta pasar la travesía que da acceso a Policarpo Sanz y seguía dos casas más allá; por otro lado, bajaba hacia el hoy Teatro García Barbón cuyo solar lleva trescientos metros cuadrados que arrebataron a los propietarios de la Casa de Mora después de ruidoso pleito cuando se pensó en edificar el primer teatro que se llamó "Teatro Cervantes". No es necesario decir que no existía la calle Policarpo Sanz, y que lo que ésta ocupa hoy pertenecía a la huerta. Seguía por otro lado, al ras del camino de la que es hoy calle de Lavadero; tenia recodos que pasaban por lo que hoy es calle del marques de Valladares hasta tocar con el viejo edificio de la Aduana (lugar donde hoy está la casa de correos y otro acceso a la playa).
La calle de la circunvalación (Policarpo Sanz) se había formado ocultando la fachada Norte de la casa hasta la altura del primer piso. Así, la calle del Príncipe podía ya ensancharse como veremos; la travesía de enlace de ambas calles, ya estaba abierta a la circulación; los recodos que llevaban al mar y a la aduana desaparecieron; los 300 m. cuadrados del solar del teatro se perdieron y se formó el camino que es hoy la calle de acceso a la del Marqués de Valladares y Lavadero, llamada de Rosalía Castro. La finca, en fin, se había reducido al terreno que quedaba entre la calle de Policarpo Sanz, Rosalía Castro, Lavadero y Caños.
En esta finca fue donde se crió el esqueje del olivo que hoy, trasplantado, se halla en el paseo de Alfonso XIII,y en esta finca también, fue donde se guardó un Tímpano, piedra-reliquia viguesa. En dicha finca había cerezos, higueras, perales, manzanos, viñas, colmenas, alpendes...
Pues bien: en 1809, cuando la guerra contra los franceses, acamparon por sus alrededores las gentes que don Cayetano Parada y Pereira de Limia había levantado en armas y en esta casona se concibieron planes a los que no eran ajenos sus moradores, los Pereyra-Limia. Allí, los caudillos, allí Morillo, allí los hijos de don Cayetano, allí, la noche del asalto a la ciudad pudo responder don Cayetano a los que habida la edad de éste le recomendaban el descanso "Porque soy tan viejo como creyente, si con los míos no perezco en esta empresa, poco me restara para descansar ". .
En esta casona, que tan rica era por ambos esposos, que todo el ajuar, con inclusión del de excusados menesteres, se componía de piezas de plata repujada, su morador, a quien tanto acuciaba su espíritu patriótico como el alentador de su esposa doña Juana, volcó totalmente con gesto españolísimo y cristiano el tesoro amarillo de sus bien repletas arcas para unirlo, confundido con la fortuna plena y elevada que, en metálico aportada también su suegro el anciano guerrillero y así subvenir a los cuantiosos gastos de sus milicias del Fragoso.
El tiempo pasó. Ni un doblón quedó al Pereyra, ni nada pudo después la ayuda de los mermados recursos que quedaran a los herederos del alcalde, por lo que, fallecida su esposa, viejo él, y maduros ya sus hijos, hubieron de vender aquella estancia en 1841 al natural de Couto de Rozas (La Cañiza) y recién llegado de América D. José Álvarez Mora, que aquel año se había casado con la señorita viguesa Doña Carlota Granada y Rodríguez, cuyo matrimonio, según veremos, constituyo la Unión de los que habían de ser en los tataratatarabuelos del propietario de este blog.
Este nuevo propietario, que por mas de 40 años fue síndico del Ayuntamiento vigués, afanoso por las mejoras de la ciudad, hizo retirar la fachada sur de la casona para dar ancho paso a la que fue Camino nuevo, Carretera de Castilla y Calle del Príncipe, y edificando después dos casas en la misma rúa (casas comunicadas entre sí por un arco en su medianera) dedicadas a las estancias veraniegas de su gran amigo y jefe político el diputado Marqués de Elduayen (hoy números 7 y 9 si bien deben corresponderles el 3 y 5 de dicha calle del Príncipe, y 4 y 6 por la de Policarpo Sanz desde que se edificó la casa que ocupa el Banco Hispano Americano). Facilitó por su finca la apertura de la travesía sin nombre que enlaza las dos calles dichas; travesía que, ha muchos años, el ayuntamiento trató de darle el nombre por el que muchos le designan "Travesía de Mora", cosa que no se llevó a cabo por haber sido nombrada en aquellos días otra corporación
En esta casona fue, según hemos relatado, donde se hallaba la antigua imagen de nuestra Patrona, y en su jardín en 1841 bailaban dos danzones de salida y bajo sus arcos se preparó el dragón que encabeza asistía a las procesiones.
En esta casona, en una habitación de la parte nueva que daba al jardín y que correspondía a la ventana mas cercana de la parte vieja (de los arcos) de la casa, en su piso primero (sobre las bodegas) fue donde nació Don Augusto Álvarez de Granada, aquel que después contrajo matrimonio con Benicia Pereira de Limia y Castillo, bisnieta de los moradores primeros. Augusto injertó de la rama de estos primeros moradores uniendo la sangre de ambos dueños de la casona.
En la finca existía una fuente a cuyo lado se crió el esqueje del milenario olivo vigués y se abonaba con la piedra del Tímpano de una antigua iglesia colegiata. De esta fuente había otra vena que vertía frente a las arcadas de la casa y daba espejo a un armonioso pilón. La misma fluía dentro de la casa numero 7 de Policarpo Sanz que, según dijimos, fue construida para los veraneos del Marqués de Elduayen, y en la misma fundo D. Augusto Álvarez Granada una farmacia. Otra vena rompía en la casa fábrica de gaseosas de Troncoso, (famosa por su agua) en la calle del Príncipe, y otra apareció recientemente en Policarpo Sanz nº 22, donde se construyó la hermosa casa propiedad del droguero Natalio Sanchón, hecha con dinero acumulado a fuerza de adulteraciones y otras artes nada edificantes.
La casa de los Álvarez Mora, pasó a su hijo mayor, José Álvarez Granada, y de éste a sus hijos Leopoldo y José, quienes la vendieron otra vez, al acaudalado señor García Barbón en un precio alrededor de 16.000 a 19.000 duros, terminaron de ocultarse los esbeltos medio puntos de sus arcos entre ásperas murallas de perpiaño que cerraban del Jardín lo poco que quedaba de él.
Y, en fin, en la primera hora gloriosa de nuestra santa rebeldía, el 18 de Julio de 1936 quiso el Hacedor que, sobre la bendita tierra que hoy cubre la cuna que fue de nuestro actual olivo, la voz vibrante de otro insigne vigués y entrañable amigo nuestro, librase para siempre a nuestro pueblo, de la horda marxista que no pudo hollar aquel palmo de terreno tan bravamente defendido por la espada del capitán Antonio Carreró. Fue allí, el lugar de la cuna del olivo, desde donde irradiaron para la ciudad viguesa los días del venturoso del imperio espiritual que nos habían prometido los que por Dios y el Imperio cayeron en la épica lucha.
Fue allí desde donde se proyectaron las flechas victoriosas que dieron al Caudillo Franco las ventajas insospechadas que Galicia aportó a la Cruzada: hombres valerosos, armas, arsenal, flotas, alimentos... porque si entonces Vigo se pierde, otra hubiera sido la suerte de nuestra patria chica, de la Galicia entera, y ¡quien sabe qué vicisitudes para España!
Cuando esto ocurrió (no relatamos el detalle porque la historia ya lo dirá), la casona, hacía poco tiempo que se había derribado y en el lugar de emplazamiento de la que había sido mansión tan amorosamente gallega y generosa, se alzaba aún fresca, la actual mole moderna, antiestética y de mal gusto, que el publico dio en llamar la “plancha de Madariaga” en “conmemoración” al desacierto que tuvo y forma que le dio el arquitecto de aquel apellido cuyo edificio acoge hoy al Banco Santander Central Hispano Americano (BSCH).
Quiera Dios que, como antaño, tras las rejas carcelarias de la nueva finca, se guarde también, el oro de sus arcas, tan solo para el bien de España.